Artículo de opinión de Cristina Antoñanzas, Vicesecretaria General de UGT, en «El Siglo de Europa»
11,5%, 22%, 35%, 74%, 90%. Son los porcentajes que tasan la discriminación de la mujer en el mercado laboral. El primero marca la diferencia de ocupación y la tasa de paro de la mujer con respecto a los hombres; el segundo es la brecha salarial por género; el tercero es la media de la brecha de las pensiones; el cuarto, el porcentaje de mujeres que trabajamos a tiempo parcial y el quinto también nos vale para dos cosas: para señalar el porcentaje de mujeres que solicitamos excedencias para cuidar familiares, interrumpiendo nuestra carrera profesional, y para indicar cuántas mujeres no buscamos trabajo por dedicarnos a labores del hogar o cuidados.
Ha pasado un año desde el último 8 de Marzo y tenemos que reconocer que hay tímidos avances, aunque claramente insuficientes, por eso es intolerable la situación de discriminación y desigualdad que sufrimos las mujeres.
Seguimos tiendo dificultades para entrar y mantenernos en el mercado laboral, alcanzar puestos de mayor responsabilidad, recibimos salarios más bajos, tenemos una protección social desigual y seguimos asumiendo en mayor medida las responsabilidades familiares, lo que perjudica no sólo nuestra carrera profesional, sino nuestras cotizaciones a la Seguridad Social a la hora de jubilarnos.
Este 8 de marzo de 2020 vamos a salir a la calle de nuevo para exigir la igualdad real entre hombres y mujeres. Y más allá de renovar todas las personas este objetivo “a golpe de cada 8-M”, tenemos que ser conscientes de que éste no se va a conseguir si no lo perseguimos sin descanso los 365 días del año de forma transversal, a todos los niveles.
Por eso este año nuestro lema de la campaña del Día Internacional de la Mujer introduce una reflexión a modo de pregunta: “Y el 9, ¿qué?”. Nuestra lucha continúa. Y entendemos que la sociedad debe movilizarse cada día también, tanto en el espacio público como en el privado, en los centros educativos, las empresas o las calles y seguir luchando por la igualdad y especialmente contra la explotación de las mujeres en el mercado laboral.
Estoy absolutamente convencida de que es en este entorno, en el mercado laboral, donde la mujer puede alcanzar la igualdad y la libertad, porque trabajo y salario dignos son equivalentes a garantías de estabilidad. A nadie se le escapa que, a mejor trabajo y mejor salario, más independencia económica y social.
Por este motivo seguiremos peleando por salarios iguales por trabajos de igual valor, mejores puestos de trabajo –menos temporalidad y parcialidad–; que la mujer pueda desarrollar carreras profesionales y laborales normales –no plagadas de dificultades para ascender y promocionarse–; con corresponsabilidad, y la erradicación del acoso y de la violencia de género en todos sus ámbitos.
Haremos especial hincapié en nuestras reivindicaciones en visibilizar las desigualdades en las tareas de cuidado porque son las mujeres las que se ocupan mayoritariamente de cuidar a los hijos e hijas, a las personas mayores, a las personas dependientes. Nueve de cada diez mujeres se encargan de estas tareas. Estas tareas ahorran millones de euros al Estado, pero no están reconocidas ni cuantificadas, aunque podrían servir para generar millares de puestos de trabajo.
El Diálogo Social, en el que participamos, tiene que posibilitar medidas que permitan combatir y eliminar las desigualdades; reequilibrar las relaciones laborales y aprobar una Ley de Igualdad Salarial, entre otras cuestiones.
Tenemos muchas razones, vamos a luchar por ellas, como lo llevamos haciendo a lo largo de nuestra trayectoria sindical, porque las mujeres no queremos ser ni más, ni menos, sino iguales.