Íñigo Errejón – Secretario de Análisis Estratégico y diputado de Podemos
El pasado 2017 fue un año difícil. Creció el desánimo y la resignación ante la “nueva normalidad” que nos venden quienes anuncian ufanos la salida de la crisis, mirando a las grandes cifras en lugar de a los hogares. Si algo nos mantuvo en pie, nos sacó a las calles y nos devolvió la confianza en nuestro pueblo y en la posibilidad de cambiar las cosas, fue la lucha de las mujeres. Las que dijeron ‘no’ a Trump en una marcha multitudinaria, las que gritaron, ‘Hermana yo sí te creo’ y ‘la Manada somos nosotras’, las que se cansaron de callar y dijeron #MeToo para denunciar el acoso sexual y las agresiones machistas.
Gracias a todo este empuje, los partidos políticos y las instituciones se han visto cada vez más obligados a reconocer al fin que el asesinato anual de decenas de mujeres por el hecho de serlo (y no solamente los que se cometen por parte de parejas o exparejas sino también los casos como el de Diana Quer) es un problema de Estado y no un fenómeno meteorológico ni un problema doméstico. Tras la violencia y el acoso hay una situación de desigualdad estructural por la cual el hecho de ser mujer incrementa las probabilidades de cuidar de los demás sin ser cuidada, de trabajar más en casa, de ser despedida, de firmar contratos basura, de estar en paro, de cobrar menos, de tener menos pensión y de ser pobre.
Nuestros servicios públicos deben asumir el cuidado como un asunto público, no como un problema privado que las familias resuelven como buenamente puedan
Buena parte de esta desigualdad tiene que ver con la maternidad. O más bien, con el hecho de convertirla en un deporte de riesgo. Tener un hijo aumenta el riesgo de pobreza en 6 puntos porcentuales; si lo tienes sola, la papeleta es doble: más de la mitad de los hogares monoparentales viven por debajo del umbral de pobreza. Estamos orgullosos de haber sacado adelante en la Comunidad de Madrid, gracias al diálogo y el acuerdo con el resto de la oposición, la puesta en marcha de una ley que permita reconocer a estas familias y hacer que estos hogares, el 80% de los cuales están encabezados por mujeres, puedan empezar a estar protegidos por las administraciones en vez de olvidados a su suerte.
Es preciso seguir combatiendo la desigualdad social y de género en todas sus formas, en todos los espacios. Tenemos que hacer iguales e intransferibles los permisos de paternidad y maternidad, para que las empresas dejen de discriminar a las mujeres a la hora de firmar un contrato o un ascenso. Si los hombres no asumimos un reparto paritario del trabajo de cuidados, las mujeres seguirán teniendo una desventaja en el mundo del empleo. Pero no solamente nosotros, también nuestros servicios públicos deben asumir el cuidado como un asunto público, no como un problema privado que las familias resuelven como buenamente puedan. Tenemos que blindar la gratuidad de la educación infantil de 0 a 3 años, porque ser madre no debe suponer un gasto inasumible, una pausa en la carrera laboral o una condena a trabajos forzados para las abuelas -aunque la asuman con todo el amor del mundo. Tenemos, en fin, que cerrar una brecha salarial que sólo se sostiene sobre la opacidad y el silencio, ponernos a la vanguardia de Europa con una ley de igualdad retributiva que permita conocer y corregir esta brecha dentro de cada empresa.
El feminismo es hoy el pensamiento con mayor capacidad para plantear una alternativa de sociedad
Un gobierno que considera estos problemas como cuestiones privadas de las familias y de las mujeres es un gobierno irresponsable, machista e incapaz de afrontar los grandes retos económicos y sociales de este país. El feminismo es hoy el pensamiento con mayor capacidad para plantear una alternativa de sociedad, una nueva manera de mirar la política y sus prioridades en la que lo importante sea el cuidado, el bienestar, la seguridad, la igualdad entre personas y el reconocimiento de nuestra interdependencia. Si 2017 fue el año en que plantamos cara al machismo, 2018 debe ser el año en el que empecemos a construir la España feminista de la que habló Manuela Carmena. Este 8 de marzo, en el que a los hombres nos toca apoyar y trabajar desde nuestro lugar para que las movilizaciones sean todo un éxito, es un buen punto de partida.