Artículo de Rafael Fernández Cañas, Director de Comunicación y Jefe de Gabinete de la Secretaría General de UGT, publicado en Iguales y Diferentes
Acabamos de celebrar el día internacional de la mujer y la niña en la ciencia, acontecimiento que ha venido rodeado de iniciativas como el Pacto por la Ciencia y la firma de la #AlianzaSTEAM por el talento femenino con la campaña “Niñas en pie de ciencia”, esta última para promocionar las disciplinas STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, en sus siglas en inglés) entre las niñas y las mujeres jóvenes, sin olvidar la campaña “No más Matildas”, dirigida a acabar con la discriminación de las mujeres en ciencia.
Pero, ¿están justificadas todas estas iniciativas en relación con el papel de la mujer en la ciencia? Claramente sí, a la vista de unas cifras elocuentes: solo un 2,4% del total de universitarias están cursando estudios relacionados con las TIC y únicamente un 12,3% del alumnado de estas especialidades es mujer. Las razones de esta situación son múltiples, los estereotipos de género, los prejuicios, convenciones sociales y expectativas familiares que repercuten negativamente en las mujeres desde su niñez, marcando el rumbo de sus vidas y, por supuesto, el de su formación y desarrollo profesional.
Y obviamente, esta situación tiene su correspondencia en el mundo laboral. En la I+D empresarial privada, siete de cada diez investigadores y personal técnico son hombres. Cuando las mujeres crecen en una cultura que no favorece el acceso a determinadas disciplinas en condiciones de igualdad social, ni tendrán posibilidades de acceder a los mismos puestos de trabajo que los hombres ni, por supuesto, la misma retribución o posibilidades de promoción profesional porque, además, más tarde o más temprano, tendrán que hacerse cargo de las tareas de cuidados familiares, penalizando aún más sus promoción y crecimiento profesional. Una brecha de género más en el marcador de las diferencias entre hombres y mujeres, junto a la salarial, laboral, en pensiones, en prestaciones, en cotizaciones, … y todo está unido.
Pero no estamos frente a un problema sólo de condicionamientos familiares o sociales, sino también empresariales. Y no estamos ante una tendencia del pasado: entre 2019 y 2020, el número de empresas que contrataron a mujeres especialistas en TIC descendió un dramático 10% en todo el país. Todas las empresas, con independencia del tamaño, contrataron a menos trabajadoras en nuevas tecnologías que en el año anterior para, finalmente, encontrarnos con que el número de empresas con plena paridad de género en este tipo de perfiles descendió a un mínimo histórico del 6%, desde el 9% de 2018.
Las empresas deben abandonar excusas y el marketing para realizar una apuesta sincera por la igualdad, puesto que los datos no pueden ser más reveladores: en 2020, el 71% de los empleados de empresas tech europeas considera que el ecosistema tecnológico no ofrece una verdadera igualdad de oportunidades a las trabajadoras. En el último año, un 42% de las mismas ha experimentado alguna forma de discriminación en su trabajo. Y si se analizan las políticas de contratación de dichas empresas, solo el 5% de las ofertas de empleo se identifican como vacantes disponibles para mujeres.
Ante esta situación, es fundamental un plan integral de políticas públicas acompañadas de compromisos empresariales que acaben con este desequilibrio en el ámbito de la tecnología. Una verdadera unidad de acción por la igualdad de género en los ámbitos científicos, de investigación y tecnológicos, como parte integrante de un gran Plan Transversal de Igualdad, que abarque a todos los sectores económicos, industriales y sociales. Mientras tanto, ciencia seguirá sin ser un nombre de mujer, por muy femenino que parezca.