Artículo de opinión de Gonzalo Pino, Secretario de Política Sindical de UGT, en «Público»
El pasado 5 de julio, Santiago Abascal, presidente de Vox, anunció en Ribeira (La Coruña), en un acto de campaña de las elecciones gallegas, la creación de un «sindicato» para «proteger a los trabajadores, a sus familias, a nuestros barrios y a nuestra industria». La creación de este nuevo «sindicato» se enmarca, según el líder del partido, en la necesidad de «proteger a los trabajadores porque los sindicatos ideológicos, subvencionados y corruptos les han traicionado». Conforme al juicio de Abascal, los actuales sindicatos están «en manos de oligarquías que sólo obedecen al poder y a quién les entrega la subvenciones y se pliegan a las chaladuras ideológicas de la izquierda». Para el líder de Vox, este «sindicato» trabajará para defender «a todos los españoles y no para forzar una inexistente lucha de clases», y dará la batalla «allí donde haya un solo trabajador patriota». Otros responsables de este partido reiteraron el ataque a los «sindicatos vendidos a los partidos políticos».
El 21 julio 2020, el vicepresidente primero de Vox con pasado falangista, Jorge Buxadé, anunció el nombre del «sindicato»: «Solidaridad». Denominación no aleatoria, apela, claramente, al mítico sindicato de Lech Walesa, que en los años ochenta se enfrentó al gobierno comunista de Polonia. Además, cuando explican el sentido del término de «Solidaridad», sus responsables reseñan que «responde a la adhesión a una causa común, a la defensa de la economía nacional, de los trabajadores, de los pequeños empresarios y de los autónomos», buscando superar «el enfrentamiento y la confrontación que la izquierda ha llevado entre ricos y pobres, empresarios y trabajadores», «por encima de todo unidad y, en el ámbito de las relaciones laborales, solidaridad».
Vox conformó la inscripción de esta organización el 28 de julio de 2020, denominándolo, finalmente, como «Sindicato para la Defensa de la Solidaridad con los Trabajadores de España» (SPDSTE), y estableciendo su sede social en el barrio de Salamanca de Madrid.
El anuncio del nuevo «sindicato» tiene un claro propósito electoral, se produce durante la campaña electoral de los comicios gallegos y vascos y surge ante la necesidad de la organización de buscar ampliar su base social entre las capas populares y clases trabajadoras. En estos sectores sociales, Vox no consigue un apoyo mayoritario, como se desprende los estudios postelectorales del CIS de 2018 y 2019. Vox necesita este voto, en gran medida, para ampliar su espacio de poder político, para ser la fuerza hegemónica de la derecha española.
Las contradicciones en el discurso, ya comunes y asumidas por este partido sin tapujos ni vergüenza, saltan a la vista. Por una parte, mienten, acusando a los sindicatos de estar vendidos a los partidos políticos, y por otra, promueven un «sindicato» que consideran inseparable de su organización o brazo político -Buxadé: «es un sindicato que nosotros apoyamos, promovemos y ayudaremos, en la medida de lo posible, con nuestras manos, con nuestra alma, con nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas», mostrando así una evidente interrelación institucional entre el partido de ultraderecha y esta nueva organización «sindical».
El nuevo «sindicato» supone un preocupante paso más de Vox en el afianzamiento hacia posturas que recuerdan los movimientos autoritarios de la derecha del siglo XX. La creación de un «sindicato» que busca superar los intereses de clase, buscando «la adhesión a una causa común» o a un interés «nacional» de trabajadores y empresarios tiene el mismo barniz ideológico que el franquismo más duro de la posguerra. La concepción de la Organización Sindical Española (OSE) o «Sindicato Vertical» era idéntica a la de este nuevo engendro que han creado los émulos del franquismo.
No existen propuestas de carácter laboral ni sociales que alienten el nacimiento de esta nueva organización. El «sindicato» de Vox no se ha creado para defender a los trabajadores y trabajadoras, sino más bien contra el sindicalismo de clase y por una estrategia exclusivamente política en busca de más rédito electoral.
Es interesante en este sentido recomendar la lectura del programa de Vox, sin duda, en el que se mantiene un liberalismo ortodoxo sin concesión social alguna más allá de algún canto a la galería con propósito únicamente populista.
Consecuente con su autodenominado carácter nacional, el nuevo «sindicato» abandona los intereses de los trabajadores y trabajadoras sin importar su origen, olvida de forma consciente a los trabajadores que viven en nuestro territorio, pero no tienen nacionalidad española. Es un «sindicato» para «españoles» o para «trabajadores españoles», excluyendo, por tanto, a muchas personas que trabajan en nuestro país, realizando, muchas veces, actividades altamente precarias, como tenemos ocasión de comprobar una y otra vez en labores como las de los temporeros agrarios.
El pluralismo sindical es un aspecto fundamental de la libertad sindical en nuestro sistema jurídico. Pero la llegada de esta nueva organización no aporta ni riqueza intelectual ni nuevos proyectos, solo supone una vuelta a un pasado que no podemos olvidar para evitar el riesgo de repetirlo.