Artículo de Luis Miguel López Reillo, Secretario General de UGT Madrid, publicado en Nueva Tribuna
Una sociedad democrática tiene la obligación moral, política y, en lo que a mí respecta, sindical, de oponernos con inteligencia a la violencia destructiva, a los delitos de odio y al afán siniestro de echar lodo sobre la memoria de hombres dignos y cabales como Francisco Largo Caballero.
Dar a conocer su legado frente a la desinformación y las mentiras de fuerzas antidemocráticas, que pretenden deslegitimar un régimen democrático, la II República, y legitimar un golpe de estado, antidemocrático y justificar la guerra civil.
Tal vez no sepan o no quieran saber -esto último es lo más probable- que fue un Jefe de Gobierno legítimo, elegido democráticamente durante la Segunda República. Como es sabido, la República pereció a manos de militares golpistas, con el apoyo de fascistas italianos y de alemanes nazis. ¿Dónde queda el tan traído y llevado constitucionalismo de quiénes lo denigran?
Largo Caballero se hizo tremendamente digno de admiración y respeto. Le debemos una Legislación Laboral avanzada y cargada de futuro, que mitigaba tantos abusos y atropellos. Le debemos toda una vida dedicada a defender los intereses de la clase obrera e impulso de medidas para dignificar las condiciones de vida de la mujer trabajadora.
Muchos ignoran que tras la guerra Civil y su exilio en Francia, fue entregado por el gobierno títere de Vichy a la siniestra Gestapo e internado en un campo de concentración. Por eso, es incomprensible que quiénes se autocalifican, pomposamente, de constitucionalistas sin serlo, lo ataquen con rabia, inquina y saña.
Fue también un ugetista ejemplar, Secretario General de nuestro sindicato y un internacionalista convencido, tenaz y consecuente. Fue también, un socialista íntegro de pies a cabeza. Su legislación reformista es hoy unánimemente reconocida por los historiadores.
Su acción política podemos calificarla, con justicia, de una racionalidad solidaria, insumisa contra los abusos que perpetraban los poderosos, siempre dispuestos a pisar a los demás, defender sus privilegios sin atender el daño que causaban, ni las penosas condiciones en las que se veían obligados a vivir cientos de miles de trabajadores y trabajadoras. Luchar contra todo eso, constituyó el impulso que dio aliento a su rebeldía sindical y política.
Creía y, así lo manifiesta en varios de sus escritos, que un estado fortalecido y con una vocación social es el mejor antídoto contra los abusos y arbitrariedades.
Hay que reivindicar su coraje cívico, afán de transformación, aliento utópico, políticas pragmáticas y nítido europeísmo. Lo que constituye todo un programa socialista y sindicalista.
Por eso, su figura histórica, política y sindical ha de ser valorada y reivindicada por la izquierda que piensa, lucha, se moviliza y se deja la piel por defender, hoy como ayer, los intereses y expectativas de los más desfavorecidos y vulnerables. Pero también de los que son y se sienten, defienden los principios y los valores democráticos.
Por eso, con no poca emoción y una satisfacción enorme, como sólo puede sentirse cuando hemos cumplido con nuestro deber, asisto al nacimiento de un libro, un texto reivindicativo que divulga con rigor la contribución de Francisco Largo Caballero, al sindicalismo y a la democracia de nuestro país.
Es un libro pequeño por su tamaño, pero grande, muy grande por su intención y contenido. Una tarea colectiva y las tareas colectivas son hermosas. Es, por una parte, un homenaje a Largo Caballero y, por otra, una respuesta a los ataques vandálicos y calumnias que ha sufrido.
Un homenaje para reivindicar con orgullo la memoria de Francisco Largo Caballero y lo que simboliza para los trabajadores y trabajadoras de nuestro país.
Una buena ocasión de aprender y recordar datos y hechos imprescindibles de la lucha diaria de una persona, Francisco Largo Caballero, que nos sirve de inspiración, ánimo y fortaleza.