Artículo de Pepe Álvarez, Secretario General de UGT, publicado en el Blog Valor Sindical
La ciudadanía europea necesita un proyecto ambicioso e inclusivo, que acabe con la austeridad y no deje a nadie atrás
Cada año, el 9 de mayo, celebramos el día de Europa, en la fecha de la Declaración Schumann de 1950, que creó la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, el antecedente de la actual Unión Europea. No nos engañemos, los primeros objetivos del entonces nuevo modelo europeo eran la libre circulación de capitales y mercancías. La “Europa Social” solo surge a través de la presión sindical y política, y todavía falta un largo trecho para alcanzar un paradigma adecuado en numerosos aspectos como el fiscal o la Seguridad Social.
Europa, la Unión Europea, se enfrenta a numerosos desafíos: la articulación de un ámbito social que no deje en un puro hueco toda la estructura construida y frene los nacionalismos populistas; la armonización de ámbitos esenciales como el fiscal; la recuperación del espíritu de libertades y derechos como modelo propio frente a los autoritarismos de toda índole; la humanización y simplificación de una burocracia cuya utilidad está por demostrar; o la finalización de las trabas a políticas estratégicas de construcción de tejido industrial. Muchos son los desafíos y la Unión Europea los está afrontando con dudas y titubeos.
Un ejemplo reciente ha sido la recelosa actitud de las instituciones europeas y algunos gobiernos europeos, preocupados por el sacrosanto derecho de propiedad, ante las propuestas de Biden, un moderado reconocido, sobre la liberalización de los derechos de las patentes de las vacunas de forma transitoria o la necesidad de impulsar el sindicalismo como instrumento para construir el Estado de Bienestar. Todo ello a pesar de que sobre esas empresas farmacéuticas haya caído una lluvia de millones en forma de subvenciones para impulsar sus investigaciones.
El populismo, las recetas liberales, la ortodoxia economicista nos conducirán al desencanto con el ideal europeo. Europa será social o no será.
La Cumbre Social de Oporto, celebrada esta semana, debe ser un punto de inflexión que nos permita dejar atrás la Europa de la austeridad. Como bien ha dicho mi compañero Luca Visentini, Secretario general de la Confederación Europea de Sindicatos (ETUC): “El dinero y la legislación son lo único que cuenta a la hora de cambiar las cosas: el resto es charlatanería.”
La ciudadanía europea merece menos palabras y más acción, y el Pilar Europeo de Derechos Sociales debe ir más allá de una hermosa declaración por parte de la comunidad internacional, recibiendo los fondos necesarios para que las transiciones ecológicas y digitales dejen de ser horizonte y empiecen a ser realidad, sin dejar a nadie atrás, creando empleo donde desparezca.
El día de Europa debe ser el día de la solidaridad entre los pueblos, entre las personas. Debe recordarnos que hemos elegido un futuro de integración y de acogida para dejar atrás décadas de brutales conflictos e injusticias. Solo un nuevo contrato social puede permitirnos mirar con esperanza los próximos años. En ello, estamos.