Artículo de David Lerín, politólogo y colaborador de la Comisión Ejecutiva Confederal de UGT, publicado en Ahora Diario
Hace unas semanas, María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaraba que “el 70% de los últimos brotes epidémicos han comenzado con la deforestación”. En concreto, la médica española exponía cómo los virus del ébola, el SARS o el VIH/sida había saltado de los animales a los humanos debido a la pérdida masiva de selvas y bosques tropicales devastados por el hombre por motivos económicos. Para Neira la presente pandemia del Covid es una prueba evidente de la correlación existente entre la proliferación de los virus y la actuación agresiva del ser humano sobre el medio ambiente, según afirma en el prólogo del libro “Viral”, de Juan Fueyo.
Pandemia y cambio climático
Esto ha demostrado que el cambio climático es un problema de salud pública, no solo una cuestión de activismo político o social. Es necesario, por tanto, según esta científica una “revolución saludable, positiva, verde y económicamente sostenible”, que tenga como pilar fundamental la transición ecológica justa hacía energías limpias. Además, los países que decidan cambiar las energías más contaminantes, como el petróleo y el carbón, por el uso de recursos con menos impacto ambiental, como la energía solar y eólica, reducirán la pobreza y la desigualdad.
De forma similar, se posiciona un estudio publicado en la revista Science of the Total Environment. Según dicha investigación, el cambio climático habría sido un factor clave en la aparición del SARS-CoV-2, el coronavirus que ha originado la actual pandemia. Esta monografía demuestra que el calentamiento global, derivado de la emisión de gases de efecto invernadero en todo el mundo, ha provocado que algunas áreas del planeta, como el sur de China, se hayan convertido en lugar propicio para la aparición de coronavirus transmitidos por murciélagos.
China
De este modo, el estudio ha descrito grandes transformaciones en la tipología de la vegetación de la provincia de Yunnan (China) y en las zonas contiguas de Laos y Myanmar, en el trascurso del último siglo, que han provocado la proliferación de una gran variedad de especies de murciélagos potencialmente peligrosas para el ser humano.
Según las propias palabras de Robert Beyer, investigador del Departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge y primer autor de este estudio, el cambio climático alteró los hábitats y, consecuentemente, a las especies y a los virus de las mismas.
Alteración de los hábitats
“A medida que el cambio climático alteró los hábitats, las especies abandonaron algunas áreas y se trasladaron a otras, y se llevaron consigo sus virus. Esto no solo modificó las regiones donde están presentes los virus, sino que muy probablemente permitió nuevas interacciones entre animales y virus, lo que provocó más virus dañinos se transmitieran o evolucionaran”.
Estas investigaciones y otros estudios anteriores relatan el impacto medioambiental que están teniendo el cambio climático sobre el ser humano de forma directa a través de enfermedades virales. Los millones de muertes del covid son producto, consecuentemente, del cambio climático que el propio hombre ha provocado.
Exigencias a los gobiernos
Por tanto, debemos exigir a los actuales gobiernos, responsables políticos y organizaciones supranacionales que aborden la lucha contra el cambio climático y por una transición ecológica justa como objetivo prioritario y urgente por el bien del propio ser humano. La implicación política para atajar esta emergencia climática es fundamental, ya que una actuación que ignore el problema puede agravar sus consecuencias. Como muestra, podemos citar a Jair Bolsonaro, negacionista del cambio climático, que ha provocado en la Amazonía brasileña su peor deforestación desde 2008. En el 2020, la pérdida del bosque tropical ascendió casi al 10% con respecto al año anterior, según los informes del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE).