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UGT, CC OO y la CEV acuerdan

Artículo de Ismael Sáez, Secretario General de UGT-País Valenciano, publicado en Levante

El pasado 29 de marzo, en el Palau de la Generalitat, se firmó un acuerdo de materias concretas entre las organizaciones sindicales más representativas y la patronal de la Comunitat Valenciana. No se trata de una declaración de intenciones, aunque contiene una parte de solicitudes compartidas dirigidas al Consell, que creo es la menos trascendente y, sin embargo, la más destacada por los medios de comunicación. Es un convenio colectivo y, como tal, de obligado cumplimiento, en cuya virtud la subrogación es un derecho de los trabajadores y trabajadoras que prestan sus servicios a través de subcontratas para las distintas administraciones valencianas. No solo de la Generalitat, también diputaciones, ayuntamientos, universidades y demás entes de esta naturaleza.

Lo que se podría hacer convenio sectorial a convenio sectorial, hemos decidido hacerlo para todo el ámbito de la Comunitat Valenciana entre quienes representamos al conjunto mayoritario de las trabajadoras y trabajadores, y de las empresas en nuestra tierra. Esto, tan sencillo, y me atrevería a decir que tan razonable, es un hecho inaudito que creo no tiene parangón en ninguna comunidad autónoma.

Tiene una importancia radical para quienes han estado trabajando, por ejemplo, en los hospitales públicos haciendo el mantenimiento siempre, pero en especial en tiempos de pandemia, que veían al acabar la contrata como su empleo quedaba en entredicho al aparecer una nueva licitación y el riesgo consiguiente de perderlo. Se trata, por tanto, de un avance indiscutible en la estabilidad y la calidad del empleo que merece ser valorado.

Pero todavía añade más valor el hecho de que es el resultado del acuerdo entre patronal y sindicatos. Sin tutelas, preocupados por una situación injustificable, hemos sido capaces de hacernos entender. Que los aplausos están muy bien, pero que el verdadero reconocimiento está en la ley, en este caso, en el convenio.

También tiene valor la ultra-actividad de este acuerdo, un asunto que es objeto de debate en la reforma de la reforma laboral, porque fue la supresión de esa ultra-actividad uno de los aspectos más lesivos que se nos impuso en 2012 a las organizaciones sindicales rompiendo el equilibrio de la negociación colectiva, que por su importancia simbólica debe ser destacado.

Y por último, frente a la crispación política, la desvergüenza del transfuguismo que despoja a aquella de toda su nobleza e idealismo, contra el corto plazo, el dogmatismo del nosotros frente al ellos se abre espacio el entendimiento entre contrarios; porque vivir juntos, en sociedad, nos hace compartir espacios de interés común; porque además de las lógicas disputas entre trabajo y capital, está la voluntad de ser útiles en el esfuerzo de progreso que los valencianos y valencianas demandan de nosotros. Un progreso imposible sin justicia social e igualdad que cimenten un futuro mejor para todos.

Este acuerdo en materias concretas está abierto a una negociación permanente que puede ir incorporando nuevas materias: los planes de igualdad que deberán elaborar todas las empresas de más de 50 trabajadores requieren un acuerdo entre quienes estamos obligados a pactarlos en la negociación colectiva, pero que no disponemos de la infraestructura necesaria para atender adecuadamente este reto con la solvencia que la materia exige, o la necesidad de llevar a todas las empresas la prevención de riesgos laborales con la figura del delegado de prevención sectorial, son asuntos que debemos abordar y acordar en un futuro próximo.
Nada cambia en la civilizada disputa entre empresarios y trabajadores, vendrán huelgas y conflictos y a estos les sucederán acuerdos. Ni más ni menos que lo que con envidia observábamos los españoles que sucedía en Europa cuando aquí no existía libertad ni democracia.

Algunos confunden interesadamente libertad con desorden, y paz con inmovilismo; y otros ven en el pacto traiciones, aunque representen avances, porque nada es bastante para el fanatismo. Pero en estos tiempos irrespirables de dogmatismo, qué gusto da firmar este acuerdo.

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