Artículo publicado el día 24 de octubre de 2020 en el blog de Pepe Álvarez
Parece que España no está inmersa en una de las crisis más graves de su historia motivada por un agente externo, el COVID-19. Pandemia que también ha tenido consecuencias demoledoras en otros países con una estructura económica más fuerte. He tenido la desgracia de asistir a una demostración de palabrería que dejaba en pañales al populismo más reaccionario de las democracias occidentales. Una verdadera sucursal cutre del trumpismo, en la cual se mezclaban a modo de viñetas exabruptos e insultos plagados de amenazas e insultos.
El discurso de la moción presentada esta semana contiene los elementos más comunes del populismo extremista: la negación del cambio climático, la exaltación de la identidad nación/Estado frente a los discrepantes, la denigración de los beneficios de la Unión Europea, el ataque al distinto (inmigrante, izquierdista…), y junto a ello los aderezos propios de las reminiscencias franquistas que últimamente tanto gustan al partido protagonista del esperpento, las continuas referencias a una República que como ejemplo de libertades y avance social no les debe gustar demasiado como partido que denomina “sublevación”, palabras literales de su máximo dirigente, al golpe de Estado del 36. Las acciones de VOX frente a figuras históricas del movimiento obrero y de las libertades de este país sacan a flote la derecha más casposa e intransigente.
Un discurso plagado de “traidores”, “cobardes” “tragedia” “ruina”, “tristeza”, “parias”, decorado con un barniz de seudodefensa de la libertad y de una soberanía imperial en el que asoma un melancólico recuerdo a épocas en absoluto democráticas. Todo vale envuelto en la bandera.
No he escuchado proyectos, ni propuestas útiles para la sociedad española, solo he escuchado amenazas, mentiras y tergiversaciones. Pero si me libero de la música y voy a la letra escucho: bajada de impuestos, seguridad, inmigrantes a su “casa”, liberalismo ortodoxo, privatizaciones, fin de las políticas de protección social que en este periodo ante la crisis han impedido que llegue el hambre a las personas en riesgo de exclusión social.
La verdad es que estoy un poco harto. Lo único positivo que puedo sacar de este debate es la negativa de la totalidad de las fuerzas políticas de este país a los delirios populistas. España necesita proyectos, consenso, acuerdos, medidas de cambio de la estructura económica y el mercado laboral. Las organizaciones sindicales hemos demostrado que somos capaces de ello. A ver si los demás toman nota.