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Teletrabajo: conciliar no es esto

La crisis sanitaria provocada por el coronavirus puso de nuevo en la agenda social y política el problema de los cuidados en nuestro país y supuso reabrir un debate pospuesto desde hace años sobre la conciliación de la vida laboral y personal, un espacio que la mayor parte de las veces asumimos las mujeres.

El cierre total de escuelas infantiles, colegios o centros de día se convirtió en un reto para padres, madres, hijos e hijas que tenían que hacerse cargo de sus pequeños y de sus mayores durante su jornada laboral. En muchos casos, la solución a esta situación imposible fue aplicar de manera improvisada el trabajo a distancia, una opción que existía con anterioridad, pero que estaba regulada en muy pocos convenios colectivos.

De la noche a la mañana el teletrabajo irrumpió en millones de hogares y se montaron oficinas en salones, cocinas o habitaciones infantiles. En el peor de los casos, despachos sin ubicación fija, con un portátil itinerante en busca de lugares tranquilos donde atender llamadas y videoconferencias.

Nuestros hijos e hijas tenían que continuar con sus tareas educativas así que, a la jornada laboral, padres y, sobre todo, madres, debían sumar el papel de maestros y maestras y de profesores y profesoras. Además, los niños y niñas y las personas mayores tenían que intentar mantener su ritmo habitual y hacer algo de ejercicio. Se rompieron todas las rutinas que ordenan nuestras vidas y esto alteró los comportamientos y los patrones de sueño, también de cuidadores y cuidadoras.

Si a todo esto añadimos que, con todo el mundo en casa, aumentan las tareas del hogar, y que no había vía de escape posible, podemos decir que los cuidados durante el confinamiento han sido un tremendo añadido y el teletrabajo no ha sido una solución, ha sido una trampa.

Durante el confinamiento hemos sido testigos de cómo las mujeres asumían mayoritariamente el peso de los cuidados ante los vacíos de cobertura y se han puesto en evidencia los desequilibrios y las carencias del Estado del Bienestar y de la protección social en materia de cuidados.

Por eso, desde el sindicato reivindicamos, sobre todo, unos servicios públicos de calidad, con recursos económicos y humanos suficientes.

El teletrabajo como trampa

Los horarios laborales se diluyen, aumentan las horas de trabajo, el móvil suena a cualquier hora del día y de la noche, una siente que debe dar más que cuando está en la oficina y no hay desconexión posible. No. El teletrabajo no era esto. No es trabajar en casa mientras se cuida o se atiende las llamadas mientras se hace la comida.

Parece que los trabajadores y trabajadoras asumimos todas nuestras obligaciones y se olvidan de nuestros derechos.

Por eso es imprescindible una regulación exhaustiva del teletrabajo en los convenios colectivos que ponga fin a los abusos y dé respuestas a las diversas necesidades de empresas y personas trabajadoras y desarrollar un marco de derechos que satisfagan, entre otros, los principios sobre su carácter voluntario y reversible.

La nueva regulación tiene que delimitar los ámbitos de actuación y fijar reglas para garantizar ese derecho. Se trata de establecer un teletrabajo digno donde se fije la jornada, los periodos de descanso y desconexión, se potencie la igualdad real, se asegure la protección de la salud y seguridad y se garanticen los medios necesarios para realizar su trabajo a la persona trabajadora.

Todo ello sin perder de vista la necesidad de reconvertir nuestra forma de trabajar, a través de la formación organizativa y especializada, hacia modos de prestación que permitan un adecuado equilibrio de la vida personal y profesional.

El trabajo a distancia regulado puede ser una opción para mejorar la organización de los tiempos de trabajo y ganar el tiempo que perdemos en los desplazamientos, pero en ningún caso es una herramienta de conciliación.

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