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El momento para una transición ecológica justa

La emergencia sanitaria que ha provocado el nuevo coronavirus en todo el mundo es de unas dimensiones extraordinarias, sin precedentes. Esta crisis está afectando a la economía, al empleo y al modo de vida de miles de millones de personas que debemos estar confinados.

Miles de personas están sufriendo sus peores consecuencias. Es la parte más dolorosa de la pandemia, millones de contagiados en el mundo y cientos de miles de muertos. Pero pese a este gran sufrimiento que ha generado el virus no podemos olvidarnos de otra crisis con la que también convivimos y que, a diferencia de ésta, que esperemos sea de carácter puntual, va a acompañarnos durante muchos años y puede tener consecuencias incluso más devastadoras, me estoy refiriendo a la emergencia climática.

Una crisis sobre la que los científicos llevan años alertándonos y que requiere de un gran liderazgo y voluntad política para poner en marcha medidas ambientales ambiciosas y que además sean socialmente justas, teniendo en cuenta a los colectivos más vulnerables y a aquellas personas que más van a perder en esta transición, y que sin duda serán las que además hayan sufrido las consecuencias económicas de la pandemia.  Solo así, sin dejar a nadie en el camino, podremos transformar nuestra forma de producir y de consumir, nuestra forma de vida, hacia una que sea ambientalmente sostenible, que se encuentre dentro de los límites que pueda soportar el planeta.

Y es que la crisis del coronavirus y la crisis ambiental están estrechamente relacionadas. La destrucción de hábitats y la deforestación afecta al equilibrio de unos ecosistemas que además cada vez se ven más humanizados. Esto, unido con el comercio ilegal o poco regulado de la vida silvestre y al uso de la agricultura y ganadería intensiva hace que aumente el número de enfermedades transmitidas de animales a humanos. A lo que hay que añadir el calentamiento global, que también es un factor que se debe tener en cuenta. Muchos científicos hablan del deshielo del permafrost, que puede liberar bacterias y virus que han estado confinados durante siglos y que desconocemos el peligro que pueden representar para nuestra especie.

Ante esta tesitura, es evidente que necesitamos una transformación, no podemos intentar salir de esta crisis provocada por el coronavirus con las mismas recetas de siempre. Las recetas de austeridad y precariedad laboral que sufrimos con la crisis económica de 2008 no se pueden repetir. De nada sirvieron excepto para aumentar la desigualdad social y empeorar las condiciones de vida de la sociedad en su conjunto. Esta vez es necesario que la recuperación pase por un paquete de medidas sociales y ambientales, que apoyen a los colectivos más vulnerables y reduzcan nuestro impacto sobre el medio ambiente. Hay que reiniciar con justicia climática y social. Y hacerlo de forma decidida y contundente.

En esta crisis sanitaria hemos visto que los países que han actuado con mayor rapidez y con medidas más contundentes han logrado mayor eficacia, frenando la propagación del virus. Necesitamos un enfoque similar con relación a la emergencia climática, pero a escala global, ya que no podemos cerrar fronteras para combatirla. Cuanto antes cooperemos a nivel mundial menos sufrirán los colectivos y países más vulnerables que, irónicamente, son principalmente los que menos han contribuido históricamente en el cómputo global de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Ahora más que nunca es el momento de la transición ecológica y desde la Unión General de Trabajadores exigimos que ésta sea socialmente justa y equitativa.

Esta crisis sanitaria ha puesto en evidencia que necesitamos una economía y un sistema productivo más congruente y en mayor consonancia con la naturaleza. Aunque pueda parecer positivo a corto plazo, no podemos volver a la economía donde prime el beneficio económico por encima de los aspectos sociales y, por descontado, a costa de la destrucción y la contaminación del medio natural.

Para ello el Pacto Verde Europeo es un buen punto de partida. Una economía neutra en carbono, circular, respetuosa con la naturaleza y resiliente al cambio climático es una economía mucho más sólida, segura y estable a largo plazo. Lo que sin duda es beneficioso para los trabajadores y trabajadoras y para la sociedad en su conjunto. Pero sin un plan de inversión masiva, muy superior a las cifras que actualmente se están manejando, para hacer frente a las consecuencias sociales provocadas por el coronavirus y para impulsar la transición justa donde nadie se quede atrás, nunca podrá ponerse en marcha.

En la última reunión que celebró el Consejo Europeo a finales de marzo, reclamó, «una estrategia coordinada de salida, un plan de recuperación integral y una inversión sin precedentes» frente al coronavirus, donde la transición ecológica y la transformación digital fueran los dos elementos clave. Y solicitó a la Comisión Europea y a otras instituciones comunitarias, como el Banco Central Europeo, que trabajasen en una Hoja de Ruta para conseguirlo.

Desde UGT valoramos esta iniciativa, pero realmente podremos confiar en las medidas adoptadas si los gobiernos previamente incluyen la participación de los representantes trabajadores a través del diálogo social. Es imprescindible que los sindicatos formemos parte de la solución porque millones de puestos de trabajo se encuentran gravemente afectados por la emergencia climática y, además, la transformación del empleo es esencial para avanzar en la buena dirección.

La transición ecológica y digital debe ayudar a reducir las desigualdades sociales, creando empleos verdes, dignos, de calidad y seguros, al mismo tiempo que se vertebra el territorio dotando de infraestructuras básicas y de servicios públicos a las regiones más vulnerables y necesitadas. Hay que dar un verdadero impulso al desarrollo de las zonas rurales.

Por último, desde UGT queremos demandar que un nuevo contrato social es vital para avanzar hacia un mundo más sostenible y justo. Debe contener servicios públicos esenciales y de calidad y un plus de protección laboral para todos los trabajadores y trabajadoras, que incluya la protección de los derechos laborales fundamentales, un salario mínimo que permita vivir con dignidad, una jornada laboral que permita la conciliación personal y familiar y adecuadas condiciones de seguridad y salud que garanticen una protección eficaz de la seguridad y salud de las personas trabajadoras.

Es el momento para una transición ecológica justa. Cuando consigamos frenar y superar la pandemia provocada por el nuevo coronavirus, debemos reflexionar sobre qué mundo queremos, qué sociedad necesitamos. Estamos ante una oportunidad de oro para no repetir los mismos errores e iniciar una senda de protección y cuidado medioambiental basada en un modelo económico más sostenible y justo, donde prime la justicia social y el cuidado de nuestro planeta por encima de los intereses puramente mercantiles y financieros. Conseguirlo requerirá de un liderazgo fuerte y decidido, financiación suficiente y la colaboración y participación de toda la sociedad.

No hay tiempo que perder, no podemos permitirnos dejar pasar la oportunidad de conseguir un mundo más justo, más resiliente al cambio climático, más seguro y más sostenible. Nuestra subsistencia depende de ello.

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